Las
Organizaciones, igual que las personas, aprenden.
Aprenden de la experiencia en un contexto caracterizado por la complejidad,
en el que son necesarias habilidades tales como la aceptación de la
incertidumbre y el error, la innovación, la búsqueda de nuevas ideas, el
desarrollo de competencias interpersonales (escucha, estímulo, apertura a la
diversidad de valores) etc.
Ese aprendizaje incluye la capacidad de las organizaciones para analizar
permanentemente los presupuestos sobre los que actúa y sus prioridades
actuales, prejuicios y límites.
Una modalidad de ese aprendizaje – relacionada con la habilidad anterior y
responsabilidad de los líderes de una organización- es el llamado
“desaprendizaje” o el hecho de desprenderse de conocimiento desactualizado
cuando las acciones de la organización son incompatibles con un medio que ha
cambiado.
Normalmente, lo que determina a una organización a re-analizar los
presupuestos en que se basa –e inclusive su plan de negocios- ocurre ante la
aparición de problemas graves tales como la pérdida de clientes.
Esa experiencia, en una organización con capacidad de aprendizaje es valiosa,
ya que le permite adaptarse a los cambios a fin de evitar cometer errores más
graves en el futuro.
En algunas, de la capacidad para desprenderse de políticas, valores y
experiencias profundamente arraigados puede depender la viabilidad de la
organización.
Por el Dr. Julio
M. Mirasson
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